Demons in the air.

La gente es extraña, siempre lo ha sido. Me califican como un 'loco' cualquiera, eso solo lo puedo decir yo, no me gusta que la gente me llame así, me molesta. Me irrita, me enfurece, me hace querer hacer cosas malas. No quiero hacer cosas malas otra vez, ya superé esa etapa, ¿o no?... ¡NECESITO SALIR!*.

El shinobi se encuentra aislado, encerrado en un cuarto oscuro, solo, con una simple lámpara que da una luz muy despreciable a las cuatro paredes donde habita el joven, sin oportunidad de gritar, sin chance de escapar, no tiene salida. Ya pasó muchos días llorando, muchos días gritando, agonizando, suplicando. Es imposible escapar, su reflejo siempre se verá en el espejo y su aspecto siempre le recordará la escena en la que los que lo quisieron fueron exterminados. Su mano bañada en sangre siempre se hace presente en su memoria, recordándole el por qué de sus ataques de ansiedad y de sus risas sin sentido. Sufre internamente, suplica por una cura para su enfermedad pero no hay médico capaz de atender su caso, no tiene escapatoria. Cambia de lugar, ya no está en esas cuatro paredes sin escapatoria, ahora está amarrado a una cama y si ladea su cabeza se percata de una silueta que menea un kunai de una mano a la otra. Narra toda su historia desde el momento en que nace, hasta el momento que muere. Hace énfasis cuando Demian muere, recordándoselo día tras día, noche tras noche. No se puede liberar ya. El desconocido está listo para matarlo pero una de las sogas se desata, el ninja consigue frenar su inevitable muerte. Empieza un ataque de risa endemoniada una vez más que lo obliga a hacer lo que tanto luchó por evitar.

Su ojos brillan con ese color sangre tan resplandeciente, dos aspas giran alrededor de su iris simbolizando el número de cortes que necesita para eliminar a su presa. La ira invade su ser, la venganza aniquila su razonamiento, el desconocido cae a sus pies por el temor, la prisión mental es quebrantada, el demonio es liberado. No hay cadenas que sirvan para apresar lo que un Uchiha puede hacer, no hay nadie capaz de frenar su poder, Damien Uchiha ha sido liberado. 

*¿Por qué pájaros?* Dijo el enfurecido sujeto, golpeando con brutalidad una vez más el rostro herido de Damien. *¿Por qué no peces?* Susurró el mismo personaje mientras que le propina una secuela de golpes quienes al avanzar, empeoran. *No comprenderías jamás* Responde con un tono agónico su víctima, muy débil y con la muerte tocandole los talones; aceptando su destino. *Por más que lo intento, no puedo* Finaliza el victimario, limpiandose los nudillos con un rostro desanimado, quizás hasta decepcionado, una vez más lo logró; consiguió un dia mas de vida el Uchiha desamparado.

Ya no es un cuarto oscuro en donde habita el ninja, tampoco una cama con ataduras, ahora el plano en el que se encuentra es una aldea, hay más personas aparte de él, hay algo que se considera flora y también hay muchos animales. Fantasía con volar, reza porque exista una posibilidad para conseguirlo, su sueño se cumpliría, todo estaría a su alcance. Nada sería imposible. Ve a alguien que le luce amigable, sin saber cómo ni por qué, entra en un estado de shock inmediato y su cuerpo se detiene, siente cómo las gotas de sudor caen cuales chorros de agua en una cascada, entra en un estado de nerviosismo increíble y su mente queda en blanco, deja de existir por momentos. Una nueva persona aparece en su lugar, lo reemplaza con una facilidad extrema, él ahora es un espectador desde una perspectiva totalmente diferente, es como ver su propio cuerpo moverse y su propia mente desenvolverse, mas él no es quien lo controla. Esta persona que lo suplanta esta ida, está loca de remate. Esa figura extraña que vió antes de entrar en estado de shock, era un halcón de un tamaño considerable, el verlo era una especie de medio de inspiración para el Uchiha, mas la persona que estaba no era Damien, era alguien más. Contaba todas las aves que tenía cerca, le resultaba entretenido. Pasaron horas y horas pero el joven ninja no encontraba como volver a su cuerpo, temía que esta persona lo despojara de lo que siempre le perteneció. Maldijo mentalmente, en caso supuesto de que tuviera alguna mente. 

En la noche, cuando terminó de contar los pájaros el extraño ser que invadió su cuerpo, sintió una vez más aquellas horribles sensaciones, fiebre, sudor, nervios increíbles; más algo diferente, en lugar de perder toda clase de conocimiento adquirido a lo largo de su vida, todos sus recuerdos volvieron, todas las memorias fueron devueltas a su dueño original. Ahora quien en algún momento ocupó su lugar sin siquiera preguntar, volvió a donde pertenecía. A uno de los rincones más alejados de la mente de Damien, un segundo Uchiha. Cuando volvió a su cuerpo fue cuando recordó todo, ese nunca fue él, ese fue el otro, Demian.

Era como estar en la nada, todo estaba de color blanco, solo las figuras de los dos individuos se podían apreciar. La vista de uno clavada en la del otro como símbolo de que ambos estaban listos, la adrenalina hacia acto de prescencia y la ira comenzaba a manifestarse. El combate pronto daría inicio y el ganador conseguiría el premio mayor, el dominio físico.

Esta vez toca contarlo desde mi perspectiva. Vaya espectáculo dimos en ese lugar, habían pasado ya varias semanas en las que él trataba de acceder al control del cuerpo, pero yo se lo impedía. Un día aleatorio logró tomar el control ese maldito, jajaja, realmente se esmeró por conseguir ver el exterior. No duró mucho su reinado, lo saqué con bastante facilidad, fueron mediocres sus intentos de resistirse. Justo cuando tomé el control del cuerpo me sentí muy raro, estaba en un lugar más blanco de lo habitual. En el sentido literal quiero decir, todo lo que me rodeaba era blanco, no importaba hacia donde me moviera o qué me imaginara, seguía todo blanco. Allí fue cuando él apareció. Con esos ojos rojos tan bien detallados, con esa mirada fría y asesina que lo caracteriza, eramos sólo él y yo, no habrían ni intervenciones ni nadie que influyera en la batalla, sólo uno saldría vivo de aquella habitación. La pelea comenzó, varios encuentros prolongados se dieron entre una ardua lucha con kunais y una extensa disputa entre golpes, patadas y cabezasos. Ambos dimos lo mejor que pudimos, estabamos prácticamente igualados, lo que hacía yo lo imitaba él, siempre detenía mis golpes y yo los suyos. Cuando yo me dejaba golpear para distraerlo y herirlo más, él hacia lo mismo y ambos teníamos que tomarnos un descanso de unos cuantos segundos. Nunca pudimos tomar aquel tan anhelado descanso. Tomamos nuestra distancia al pasar qué... ¿dos horas? de combate, para tomar un respiro que no duraría mucho; ambos hicimos sellos de mano que terminaron en un jutsu más, un ataque más. ¡Goukakyuu no jutsu! * Fue lo que se pudo escuchar antes de que las bolas de fuego colisionaran y le dieran al menos un color naranja a la zona, ahora invadidos por las llamas y con la necesidad de aniquilar al otro, los encuentros cuerpo a cuerpo hicieron acto de prescencia una vez más.

Ya no podía llevar el tiempo, parecía que habían pasado días, no nos agotabamos todavía. Los patrones eran repetitivos, si yo daba un puñetazo a la derecha, él lo daba hacia la izquierda; pero sí que lo hacía, nunca fallaba él, tampoco yo. Todo marchó asi hasta que la desesperación por la victoria inundo mis pensamientos, recordé que como eramos personas distintas, pensabamos cosas distintas. Sólo nuestros ataques podrían ser iguales, nuestras ideas no. Fui a golpearlo con lo último que tenía, noté el cansancio en su rostro también, paso de ser aquel atemorizante sujeto a convertirse en un esclavo del agotamiento y la deshidratación, ese lugar carecía de agua. Para cuando nuestros golpes chocaron, dejé visible sólo una de mis manos; con la que lo golpeé. En cambio él, utilizó sus dos manos para tratar de aturdirme y tumbarme, quizás quiso ganar ventaja posicional con ese movimiento, no le funcionó. La mano que no le mostré tenia un kunai, lo clavé con mi último aliento en su cuello, buscando finalizar la eterna pelea que veníamos alargando durante quién sabe cuanto tiempo. Ambos caímos de rodillas, uno frente al otro, las gotas de sudor eran interminables, los jadeos le seguían el ritmo. Recuerdo cómo nuestras frentes chocaron y también cómo sus ojos se iban apagando con el transcurso de los segundos. La pelea había acabado.

Nunca dejes de contar pájaros, Demian. Me venciste. * Esas fueron las últimas palabras de Damien, el intérprete con ataques de risa y locura desenfrenada.